VIDA CREATIVA

Tu «yo» del espejo

¡Hola, amante de las palabras!

Hoy quiero hacerte una propuesta que dé rienda suelta a tu creatividad, y se me ha ocurrido que describas al personaje que habita al otro lado del espejo, ese que tanto se parece a ti… ¡Pero a la inversa!

Su nombre también es el tuyo del revés, y en su mundo todo está un poco patas arriba y los objetos funcionan de manera un poco enrevesada. Mi alter ego, por ejemplo, se llama Ediari (el reverso de Iraide) pero le gusta que la llamen E-Diary porque guarda sus pensamientos en un diario electrónico. 

Su blog se llama «Sitirbalap Aduga» y, en lugar de dar consejos de escritura y hacer propuestas creativas como hago yo en «Palabritis Aguda», le gusta proponer despropósitos y habla de todo lo que podrías estar haciendo en lugar de escribir. ¡Es una rebelde! 😉

Y tu alter ego, ¿cómo es? Para afinar tu descripción y dar rienda suelta a tu imaginación, te lanzo una serie de preguntas que podrías tener en consideración:

¿Con qué sueña? ¿Qué palabras le gustan? ¿Cómo es su casa? ¿Cómo viste? ¿Cómo se llama? ¿Qué aficiones tiene? ¿Cuál es su profesión? ¿Con quién vive? ¿Qué le hace reír? ¿Cuál es su relación contigo?

¡Feliz escritura! 🙂 

RESEÑAS

La ciudad de los libros soñadores

Hoy te quiero hablar de un libro que leí hace bien poco y que, de golpe y porrazo, se ha convertido en uno de mis favoritos. Se trata de La ciudad de los libros soñadores, del escritor alemán Walter Moers, famoso también por sus satíricos cómics.

Son muchas las obras que giran en torno al tema de la literatura: La sombra del viento, Signatura 400, La ladrona de libros o La librería ambulante son muestra de ello. También son numerosos los escritores que, en un ejercicio de autorreferencialidad, reflexionan sobre su profesión. Así, a bote pronto, me vienen a la cabeza Paul Auster en Viajes por el Scriptorium, J. M. Coetzee en Juventud, Carmen Martín Gaite en El cuarto de atrás o Rosa Montero en La loca de la casa.

Sin embargo, nunca había dado con un homenaje a la literatura y al proceso creativo en el que hubiera tal despliegue de imaginación. El primer elemento excéntrico de La ciudad de los libros soñadores es Hildegunst von Mythenmetz, un dragón aspirante a escritor que recibe un importante manuscrito de manos de su padrino literario poco antes de que este exhale su último suspiro.

La ciudad de los libros soñadores

Dicho documento conduce a nuestro protagonista a Bibliópolis, ciudad que, como ya habrás intuido, gira en torno a la literatura. Allí se lee, se recita, se compran y se venden escritos, se buscan mecenas y se veneran las librerías de viejo. También es el lugar donde Hildegunst von Mythenmetz es engañado y conducido a las Catacumbas, la cara oculta de la ciudad.

En esa inmensa construcción subterránea desaparece todo atisbo de civilización. Los monstruos campan a sus anchas, los taimados cazadores de libros arriesgan su vida por encontrar obras codiciadas en Bibliópolis y los libros tienen la capacidad de envenenar y de matar. Además, en lo más profundo de dicho submundo habita el Rey de las Sombras, una presencia a la que todos temen.

A lo largo de las páginas de La ciudad de los libros soñadores, presenciarás cómo von Mythenmetz se adentra más y más en las Catacumbas al tiempo que se enfrenta a peligros de todo tipo. Esta bajada a los abismos es una metáfora de la búsqueda de la voz literaria del protagonista, que antes de agarrar la pluma y verter sus palabras en el papel ha de nutrirse de literatura, empaparse de la imaginación de los grandes autores y atesorar experiencias vitales. Se trata, pues, de un rito iniciático que todo artista novel ha de llevar a cabo.

Como puedes ver, esta novela tiene diferentes niveles de lectura, y por ello resulta apta tanto para los más jóvenes (a partir de 11-12 años), que disfrutarán con las peripecias de Hildegunst von Mythenmetz, como para los adultos, que desearán ponerse a inventar sus propias historias. Así que, si disfrutas por igual de la lectura y de la escritura, te invito a visitar la ciudad de los libros soñadores. ¡No te arrepentirás! 🙂