MISCELÁNEA

Con V de vuelta

Queridos palabreros y palabreras:

Llevaba tiempo acariciando la idea de volver a este blog, pero no terminaba de hacerlo porque ya no sentía el impulso de publicar nuevas propuestas de escritura y me apetecía hacer algo diferente.

Una de las opciones era la de reactivar mi blog personal, que aún no descarto porque palabreo tengo para rato, y otra posibilidad era centrarme en la literatura (sobre todo la literatura infantil y juvenil) y reseñar obras que son de mi agrado, hablaros de editoriales que ofrecen catálogos interesantes y presentaros proyectos que se están realizando en torno a la difusión de la lectura. 

Andaba yo macerando todas estas ideas cuando, de repente, recibo la propuesta de asistir al acto de presentación en Bilbao de «Begiko«, un sello editorial de LIJ (literatura infantil y juvenil) en euskera perteneciente al Grupo Santillana al que estábamos invitados tanto periodistas como blogueros -desde aquí doy las gracias a Patricia Millán, del blog Relatos en construcción, por dar mi referencia a los organizadores.

La verdad es que no dudé en asistir porque me encanta la literatura dirigida a niños y jóvenes, porque deseaba conocer más de cerca el mundo editorial y porque el evento me proporcionaba el impulso necesario para hacer de «Palabritis Aguda» un blog literario. 🙂 

A partir de ahora, de forma semanal, os pondré al día de mis lecturas y de otras cuestiones relacionadas con el mundo de la literatura; además, podéis seguirme en Instagram, donde todos los días publico alguna fotografía, historia o vídeo en los que las palabras y los libros tienen el protagonismo.

¡A leer y palabrear se ha dicho!

Iraide

 

RESEÑAS

La ciudad de los libros soñadores

Hoy te quiero hablar de un libro que leí hace bien poco y que, de golpe y porrazo, se ha convertido en uno de mis favoritos. Se trata de La ciudad de los libros soñadores, del escritor alemán Walter Moers, famoso también por sus satíricos cómics.

Son muchas las obras que giran en torno al tema de la literatura: La sombra del viento, Signatura 400, La ladrona de libros o La librería ambulante son muestra de ello. También son numerosos los escritores que, en un ejercicio de autorreferencialidad, reflexionan sobre su profesión. Así, a bote pronto, me vienen a la cabeza Paul Auster en Viajes por el Scriptorium, J. M. Coetzee en Juventud, Carmen Martín Gaite en El cuarto de atrás o Rosa Montero en La loca de la casa.

Sin embargo, nunca había dado con un homenaje a la literatura y al proceso creativo en el que hubiera tal despliegue de imaginación. El primer elemento excéntrico de La ciudad de los libros soñadores es Hildegunst von Mythenmetz, un dragón aspirante a escritor que recibe un importante manuscrito de manos de su padrino literario poco antes de que este exhale su último suspiro.

La ciudad de los libros soñadores

Dicho documento conduce a nuestro protagonista a Bibliópolis, ciudad que, como ya habrás intuido, gira en torno a la literatura. Allí se lee, se recita, se compran y se venden escritos, se buscan mecenas y se veneran las librerías de viejo. También es el lugar donde Hildegunst von Mythenmetz es engañado y conducido a las Catacumbas, la cara oculta de la ciudad.

En esa inmensa construcción subterránea desaparece todo atisbo de civilización. Los monstruos campan a sus anchas, los taimados cazadores de libros arriesgan su vida por encontrar obras codiciadas en Bibliópolis y los libros tienen la capacidad de envenenar y de matar. Además, en lo más profundo de dicho submundo habita el Rey de las Sombras, una presencia a la que todos temen.

A lo largo de las páginas de La ciudad de los libros soñadores, presenciarás cómo von Mythenmetz se adentra más y más en las Catacumbas al tiempo que se enfrenta a peligros de todo tipo. Esta bajada a los abismos es una metáfora de la búsqueda de la voz literaria del protagonista, que antes de agarrar la pluma y verter sus palabras en el papel ha de nutrirse de literatura, empaparse de la imaginación de los grandes autores y atesorar experiencias vitales. Se trata, pues, de un rito iniciático que todo artista novel ha de llevar a cabo.

Como puedes ver, esta novela tiene diferentes niveles de lectura, y por ello resulta apta tanto para los más jóvenes (a partir de 11-12 años), que disfrutarán con las peripecias de Hildegunst von Mythenmetz, como para los adultos, que desearán ponerse a inventar sus propias historias. Así que, si disfrutas por igual de la lectura y de la escritura, te invito a visitar la ciudad de los libros soñadores. ¡No te arrepentirás! 🙂

RELATOS

Las palabras de mi madre

Ella deseaba morir. Yo lo sé. Y no son palabras de consuelo que me dirijo a mí misma, porque su muerte me ha dejado tan fría como las aguas del lago Kawaguchi, donde hallaron su cuerpo apuñalado. No se puede querer a una madre a la que apenas se ha visto. La tía Kiyo me mira con cara de extrañeza, como si pensara que el vínculo sanguíneo que me une a su difunta hermana, la escritora Ayako Higeshiro, me llevaría a verter lágrimas por la pérdida, pero lo único que me entristece es conocer este lugar tan bello en estas circunstancias.

Estoy en un ryokan [1] cercano al monte Fuji. Antes he salido al jardín y he conseguido ver su pico nevado, aunque las nubes lo han enturbiado rápidamente. Kiyo pasa el tiempo en la habitación y ni siquiera se anima a bañarse en las aguas termales del hotel. Dice que yo tampoco debería hacerlo, por respeto a mi madre. Esta estuvo alojada en la habitación de al lado hasta el pasado martes, cuando la descubrieron flotando en el lago. Con ella estaba el señor Tanaka, su actual pareja, que quiere volver a Tokio en cuanto terminen los interrogatorios policiales. Es uno de los principales sospechosos, ya que se rumorea que tenía una relación amorosa con Rina Sawai, la editora de mi madre. Ambos podrían haber decidido acabar con su vida para quedarse con su herencia y acelerar las ventas de su último libro.

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Si ese es el caso, el señor Tanaka ha disimulado muy bien su sorpresa al descubrir que yo, Akari, soy la única heredera de Ayako Higeshiro. De hecho, él ni siquiera sabía que yo era su hija, porque ella siempre se había referido a mí como “mi bella y formal sobrina Akari”. Desde muy pequeña, yo había sabido que Ayako era mi madre y que no había querido hacerse cargo de mí. Al principio, la razón fue que era demasiado joven para cuidar de un bebé; después, cuando conoció a su primer marido, el empresario Kazuo Higeshiro, el motivo fue que él jamás se casaría con una madre soltera. Mi tía Kiyo renegó durante largo tiempo del egoísmo de su hermana menor, pero en el fondo deseaba quedarse conmigo, porque había enviudado sin poder engendrar un hijo.

Así pues, a efectos prácticos, Kiyo se convirtió en mi madre. Cuidó bien de mí, aunque nunca se atrevió a mostrarme demasiado afecto, como si al hacerlo le usurpase a Ayako el rol materno que esta nunca había reclamado. Con seis años, me contó la verdad. Ella era mi tía, y mi verdadera madre vivía muy lejos, en Londres, en compañía de un hombre muy rico. Al oír aquello, una enorme soledad se aferró a mi cuerpo infantil. La soledad dio paso a la rabia, que hasta el final de mi infancia volqué en la buena tía Kiyo.

Después, mi ira se evaporó. Dejé de perseguir el sueño de una madre que solo habitaba mi cabeza. Ayako nos visitó un par de veces y yo interpreté el papel de la bella y formal sobrina Akari. Ella, a su vez, fue la tía elegante, la escritora que empezaba a despuntar, la que vivía un ideal que a los demás nos estaba vedado. Tardé muchos años en leer un libro suyo, porque pensaba que al levantar la cubierta aparecería burlona la imagen de una mujer triunfadora, radiante a pesar de haberme abandonado. Solo lo hice cuando Genki, mi primer novio, me leyó un fragmento de la que él denominaba su escritora favorita. Aquella prosa de azules y grises fue un bálsamo que recubrió mi ánimo apagado, como si hubiera encontrado un alma capaz de disolver su tristeza con la mía.

Ella deseaba morir, aunque han sido otros los que han destruido su cuerpo. Me lo dice el vacío que se cuela entre las páginas de sus novelas, la melancolía que aquella mujer trataba de mitigar a través de la escritura. Para mí, la muerte de Ayako Higeshiro no significa nada; son sus palabras las que me reconfortan como la madre que nunca tuve, y estas se quedarán conmigo para siempre.


[1] Alojamiento tradicional japonés, habitualmente empleado como hospedaje de lujo. Sus habitaciones suelen incluir un piso con tatami, baños termales colectivos y sofisticada cocina típica.