Sigo muchos blogs de escritura, tanto en castellano como en inglés, y el denominador común a todos ellos es la importancia que dan al hábito de escribir todos los días.
Para ello, suelen crear una lista de bienintencionados consejos, que pasan por pedirte que te comprometas por escrito, que te crees un límite de palabras diario, que te premies cuando consigas enlazar varios días seguidos, que escribas a primera hora de la mañana y que compartas tus logros por las redes.
Estoy segura de que a algunas personas les van bien estos trucos, pero sé que no todas somos capaces de amoldarnos a ese patrón, ya sea porque otras tareas ocupan gran parte de nuestro tiempo, porque madrugar nos saca de nuestras casillas o porque, simplemente, nuestro ritmo de trabajo no pasa por producir palabras día sí y día también.
Además, tengo la sensación de que estas sugerencias para escribir todos los días están demasiado enfocadas en el resultado, y no tanto en el proceso. Hablan de medir tu progreso, de avanzar, de destinar «x» minutos a la actividad… Pero, ¿qué hay del disfrute, de la motivación intrínseca que produce la propia escritura a quienes amamos este arte?

Por otro lado, no es lo mismo embarcarse en una novela que escribir en un blog, o que relatarle tus sentimientos al diario cuando estos te desbordan. Algunos autores, como Natalie Goldberg en El gozo de escribir, argumentan que da lo mismo, que para ser cada vez mejor y hallar tu voz debes ejercitar el músculo de la escritura y que para ello has de crear la citada rutina.
Yo no estoy tan convencida de ello. Para empezar, para ejercitar la creatividad y mejorar tu técnica no necesitas ser alguien prolífico. Hay gente que escribe a destajo y sigue haciéndolo de manera mediocre. Muchas veces es preferible realizar actividades específicas centrados en la técnica o en el ejercicio de la imaginación, leer libros y analizar los recursos que emplea el autor o compartir tus textos con otros escritores que puedan aconsejarte (en este sentido, el taller gratuito de Literautas, que acaba de estrenar su nueva temporada, me parece un recurso excelente).
Asimismo, el proceso de escritura consta de fases en las que, en lugar de escribir, te documentas, realizar bombardeos de ideas, revisas y corriges. En esos casos el número de palabras avanzadas es irrelevante, y tampoco te recomiendo que te obsesiones con los plazos a no ser que te los impongan desde fuera. Cierta flexibilidad puede ayudarte a no cogerle manía a tu proyecto de escritura.
Pero entonces, ¿cuáles son las alternativas al «escribe todos los días»?
- Prioriza la escritura: Es posible que escribir todos los días no vaya contigo, pero para dar continuidad a tus proyectos (relatos, novelas, etc.) sí que te recomiendo aprovechar el tiempo libre del que dispones y dedicarlo a escribir en lugar de a otras actividades. Puede ser alguna tarde entre semana, los fines de semana… ¡Cada cual tiene su forma de funcionar!

- Mantén tu(s) proyecto(s) en mente: Si estás con el borrador de una novela, puedes pensar en ella (en sus personajes, en su escenario, en sus escenas, etc.) aunque no estés escribiendo. No me refiero a un pensar programado, sino a acordarte del mundo de la imaginación como quien piensa en el argumento de un libro que le está gustando mucho. De esta forma, te costará menos ponerte. Si lo tuyo es publicar en un blog, siempre puedes dar vueltas a nuevas ideas y desarrollarlas en tu mente o en un cuaderno. ¡El caso es que la maquinaria no se oxide!
- No te disperses: Este epígrafe se refiere tanto al tiempo dedicado a la escritura como a aquello que estés escribiendo. Mientras escribas, trata de hacerlo sin interrupciones ni distracciones. Desconéctate de las redes y ponte música si eso te hace entrar en estado de flow con más facilidad. Del mismo modo, si has decidido concentrarte en un proyecto determinado (o en dos, o en tres) espera a acabar antes de iniciar otros nuevos.
- Disfruta del proceso: Si el acto de escribir te resulta pesado, no hay hábito que valga ni cuerpo que lo aguante. Lo ideal es que te enganches, que disfrutes de lo que haces aunque a veces te cueste arrancar. Trabaja en una historia que te guste, sea a boli o a ordenador, en el entorno que más se acomode a ti y cuando más te convenga (tampoco hace falta que te ciñas a un horario estricto).
- Busca la diversión: Si el punto anterior te resulta costoso, tal vez tengas que impregnar tus sesiones de escritura de un poco de chispa. A veces, retos como el NaNoWriMo son estupendos porque te permiten interactuar con otros escritores. En otras ocasiones, redactar la historia en desorden, probar cambios de estilo (usar un tono repipi, infantil o macarra para variar) o reflexionar sobre si lo que quieres contar realmente te ilusiona es una buena manera de hallar en la actividad el toque de azúcar (o de sal) que le faltaba. ¡Eres libre de experimentar!
Sea como sea, hay mundo más allá del «escribe todos los días». Encuentra el estilo que mejor se adapte a ti, y no te olvides de la diversión. 🙂
P.D.: Si quieres saber más, no te pierdas este artículo.
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