¡Hola, amante de las palabras!
Antes que nada, pedirte disculpas por mi ausencia durante estas semanas. He pasado el mes de noviembre dando vueltas a distintos proyectos y he descuidado la rutina semanal de escribir un artículo aquí.
Además de eso, ¡he superado el reto del NaNoWriMo por segunda vez consecutiva! Estoy muy contenta, aunque he de reconocer que este año el proceso ha sido un poco raro. En lugar de escribir un número homogéneo de palabras por día, ha habido muchos días durante los cuales no he escrito nada, ¡y un par de días en los que he superado las 10.000 palabras (y he acabado con las muñecas hechas polvo)!
¿Por qué he escrito de esta manera?
Supongo que, por un lado, el NaNoWriMo ya no era una novedad para mí y, por ello, no me generaba tanto entusiasmo como en 2014.
Por otro, andaba barajando otros posibles proyectos y tenía ganas de dedicarme a mis otras aficiones (dibujar, hacer manualidades, tocar el piano…), así que no le he dado demasiada prioridad.
Debo añadir que confiaba en mi capacidad de teclear a toda velocidad y cumplir el reto a tiempo. Además, me hacía ilusión saber cuántas palabras podía escribir en un día. 😀
Por suerte, el contenido de la novela me motivaba lo suficiente para continuar, hasta el punto de que los dos días que no hice otra cosa que escribir me costaba despegarme del ordenador porque la narración me había absorbido por completo.
¿Qué he aprendido de la experiencia?
He descubierto que las prioridades varían. Puede que un año te encante tu historia y quieras dedicarte a ella en exclusiva durante el mes de noviembre, y que otro te pille con el ánimo más disperso y prefieras compaginarla con otros proyectos y hobbies.
Por otro lado, me he dado cuenta de que cada uno tiene su manera de organizarse y de que todas son perfectamente lícitas. Puedes escribir el borrador a pequeños incrementos y no fallar ni un día, o pegarte atracones cuando la fecha límite se acerca, y obtener el mismo resultado (la segunda opción es más difícil en la fase de revisión por el nivel de concentración que supone).
Para finalizar, he llegado a cuestionarme la necesidad de imponerme fechas límite para la consecución de un proyecto de escritura (o de cualquier otro tipo). Si bien te pueden servir de acicate para terminar una actividad que tenías aparcada, también pueden resultar agobiantes si en el camino surgen otras obligaciones u oportunidades con las que no habías contado.
Dicho esto, estoy muy contenta de haber vuelto a ser parte de la aventura «nanowrimera». 😀
Y tú, ¿has participado este año? ¿Has llegado a las 50.000 palabras? ¿Qué has sacado de la experiencia? ¡Estaré encantada de leer tus comentarios!