CONSEJOS DE ESCRITURA

Collage de sensaciones

En el artículo sobre cómo dar vida a tus historias te hablé acerca de las múltiples sensaciones que podemos experimentar a partir de lo que oímos, olemos, leemos, saboreamos o recordamos.

Hoy te quiero contar cómo puedes planificar cualquier historia mediante un collage de sensaciones. Encontré la idea en este artículo de la web de NaNoWriMo España y me pareció muy creativa, así que aquí te presento los pasos a seguir para que tú también la pongas en práctica:

1) Coge un buen taco de Post-it*

2) Escribe (o dibuja) en cada uno de ellos una sensación que asocies con la historia que quieres contar: puede tratarse de una imagen, de un olor, de un sabor, de un movimiento, de un sonido, de una emoción… ¡Eres libre de elegir!

No te preocupes si aún no sabes muy bien de qué van a tratar tu relato o tu novela. Si ese es el caso, puedes partir de sensaciones que te resulten poderosas por algún motivo. 

3) Cuando ya hayas apuntado un buen montón de sensaciones, deja reposar tu trabajo. Vete a pasear, ponte a leer un libro, o espera hasta el día siguiente. 

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4) Vuelve a visitar tus Post-it y organízalos por categorías: puede ser que muchas de tus sensaciones giren en torno a la libertad, o que un conjunto de tus notas esté relacionado con el clima… Tú eliges la forma en que las agrupas. 🙂

5) A medida que vas uniendo unas sensaciones con otras, es posible que se vayan definiendo escenarios o personajes. Si no es así tampoco pasa nada: al final del ejercicio, tendrás una serie de agrupaciones que te permitirán entender mejor el universo sobre el que vas a escribir e inspirarte cuando sientas que te has estancado.

¿Qué te ha parecido el collage de sensaciones? ¿Te animas a probar? Puedes contarme tu experiencia en la sección de comentarios. 😀

* Si en lugar de realizar esta actividad de forma manual prefieres hacerla a ordenador, te recomiendo usar Scapple, un programa que te permite crear mapas mentales con texto e imágenes tomadas de archivo o de internet. Su precio es de unos 15 dólares (13 euros), pero dispone de un período de prueba gratuito durante 30 días no consecutivos.

RELATOS

Ella

La risa un poco ronca y una barba que siempre pincha. Esos son los atributos más destacables de la tía abuela Julia, la hermana menor de mi abuelo materno. Desde que él vive en nuestra casa, ella nos visita cada sábado. Justo a la hora de la siesta, se atrinchera en el sofá y da órdenes a mi madre con su voz de cazallera: “Marisa, un café con hielo. Y con un chorrito de güisqui”. Después, me obliga a sentarme a su lado y saca de la cartera las fotos de su juventud. Cada vez me parezco más a ella.

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RELATOS

Castillos de arena

castillo de arenaRompen las olas contra la arena mojada, mientras mi cubo y yo nos acercamos a la orilla con andares de pato. El sol se va acercando al horizonte, y la brisilla anuncia que pronto tendré que volver a casa y decirle adiós a otro día de playa.

Vaya, parece que mis padres siguen charlando, sentandos en las toallas. Vuelvo a concentrarme en el castillo que estoy construyendo, en sus almenas y sus murallas.

No sé cuánto tiempo llevo afanada en mi tarea, porque este lugar no admite relojes. Solo sé que mi madre ha aparecido varias veces, dos de ellas para embadurnarme de crema los hombros y la espalda, la tercera para ponerme una visera, porque decía que se me iban a derretir las ideas.

Ahora mi gorra está llena de arena, porque no paro de sujetármela con la mano derecha, para que no se me resbale y salga volando como una cometa. Huelo a playa, y cuando me paso la lengua por los labios encuentro granos de sal.

Mañana haré una escultura con el cubo, la pala y los moldes de estrellas de mar. Igual me queda como esas tan chulas que le vi hacer a un artista cuando estuvimos de vacaciones en Málaga, aunque el del tiempo ha dicho que va a llover.

Mi padre está sacudiendo su toalla, y mi madre me está haciendo gestos para que vaya. Qué pena, tenía casi acabados los pasadizos del castillo. Como siempre, escribo mi nombre en la arena antes de irme. Es una forma de decir que he estado allí, aunque luego la marea venga de puntillas y lo engulla.

Voy despacio hacia donde mi familia me espera impaciente. Todavía hay algo de luz, y tiene un color parecido al amarillo de los semáforos. Ámbar, creo que se llama. Áaaambar, con tilde en la primera a. Me gusta esa palabra.

Cuando llegue a casa, llenaré la bañera de espuma y echaré sales de baño azules para que parezca que son las olas del mar. Después quizá me lleven a cenar por ahí.

Miro atrás por última vez. Mi fortaleza sigue en pie, aunque sé que mañana será como si nunca hubiera existido. Pero para eso todavía queda mucho.