TALLER DE ESCRITURA

Propuesta de escritura: El verano

Llega agostito tan a gustito y creo que en esta época no viene nada mal una propuesta refrescante. 

Por eso, esta semana te invito a crear un relato cuya acción se desarrolle en verano. Aquí van una serie de ideas:

Tu historia la protagoniza un niño o una niña que se encuentra de vacaciones en un lugar nuevo, en un pueblo o ciudad que no conoce y que le enamora por todas las sorpresas que contiene, por todos los estímulos que le salen al paso. ¿Qué aprende durante esas vacaciones? ¿A quién conoce? ¿Le hace cambiar de algún modo? 

Tu protagonista no puede disfrutar del verano como quisiera porque tiene que trabajar durante las vacaciones, o porque está convaleciente en casa. ¿Cómo se siente? ¿En qué se diferencia ese verano con respecto a los anteriores? ¿Intenta hacer algo para que sus circunstancias sean más llevaderas? 

Tu personaje principal lleva ansiando la llegada del verano desde enero y tiene planeadas unas vacaciones estupendas. Por desgracia, sus planes se desbaratan. ¿Por qué sucede esto? ¿Cómo reacciona? ¿Hay esperanzas de que reconduzca la situación?

Tu «prota» aborrece el verano, no le gusta nada, y se prepara para un caluroso e insufrible agosto. ¿Hace algo para que esto cambie? ¿Sucede algo que altere el predecible curso de los acontecimientos? 

Es verano en una ciudad inventada. ¿Cuáles son las características del lugar? ¿Hace calor? ¿Hace frío? ¿Cómo viven sus habitantes? Imagina que pasas una temporada allí y narra tus aventuras en primera persona.

¿Qué te parecen estas propuestas, te animas con alguna? Si te apetece, cuando acabes puedes dejar un enlace a tu historia en la sección de comentarios de este artículo. 

¡La semana que viene te espero con una nueva idea! 🙂

RELATOS

Castillos de arena

castillo de arenaRompen las olas contra la arena mojada, mientras mi cubo y yo nos acercamos a la orilla con andares de pato. El sol se va acercando al horizonte, y la brisilla anuncia que pronto tendré que volver a casa y decirle adiós a otro día de playa.

Vaya, parece que mis padres siguen charlando, sentandos en las toallas. Vuelvo a concentrarme en el castillo que estoy construyendo, en sus almenas y sus murallas.

No sé cuánto tiempo llevo afanada en mi tarea, porque este lugar no admite relojes. Solo sé que mi madre ha aparecido varias veces, dos de ellas para embadurnarme de crema los hombros y la espalda, la tercera para ponerme una visera, porque decía que se me iban a derretir las ideas.

Ahora mi gorra está llena de arena, porque no paro de sujetármela con la mano derecha, para que no se me resbale y salga volando como una cometa. Huelo a playa, y cuando me paso la lengua por los labios encuentro granos de sal.

Mañana haré una escultura con el cubo, la pala y los moldes de estrellas de mar. Igual me queda como esas tan chulas que le vi hacer a un artista cuando estuvimos de vacaciones en Málaga, aunque el del tiempo ha dicho que va a llover.

Mi padre está sacudiendo su toalla, y mi madre me está haciendo gestos para que vaya. Qué pena, tenía casi acabados los pasadizos del castillo. Como siempre, escribo mi nombre en la arena antes de irme. Es una forma de decir que he estado allí, aunque luego la marea venga de puntillas y lo engulla.

Voy despacio hacia donde mi familia me espera impaciente. Todavía hay algo de luz, y tiene un color parecido al amarillo de los semáforos. Ámbar, creo que se llama. Áaaambar, con tilde en la primera a. Me gusta esa palabra.

Cuando llegue a casa, llenaré la bañera de espuma y echaré sales de baño azules para que parezca que son las olas del mar. Después quizá me lleven a cenar por ahí.

Miro atrás por última vez. Mi fortaleza sigue en pie, aunque sé que mañana será como si nunca hubiera existido. Pero para eso todavía queda mucho.